lunes, 19 de septiembre de 2016

Ni uno más y ni una menos

Viendo las noticias actuales y en un esfuerzo por interpretar lo que sucede en el día a día, suelo imaginar que si Jesucristo hubiera vivido en la actual sociedad, hubiera muerto apedreado el día en que al ver el intento de fundamentalismo y masacre a la Magdalena, hubiera dicho “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. La turba, simplemente hubiera afinado la puntería y gritado “todos al metiche” y piedra tras piedra, los no libres de pecado hubieran puesto fin a quien tuvo la osadía de pretenderlos hacerlos reflexionar y ver su interior antes de juzgar a los otros.
Este comentario viene a colación, porque como sociedad, estamos prefiriendo juzgar sin reflexionar, antes que escuchar razones, nos negamos a oír argumentos ajenos, a través del griterío. No hemos caído en cuenta que los medios nos han convertido adictos al escándalo, a la risa fácil y a encontrar en los antivalores diversión; la chismografía de los lunes necesita víctimas; no es raro, que el rating televisivo o las compras mayoritarias vayan hacia los programas y noticias que exponen vergüenzas o exhiben malcriadas en sus portadas.
La violencia en contra de la mujer, es algo que no podemos tolerar, así como tampoco podemos aceptar la violencia contra cualquier ser humano. No sólo es un problema de género, sino que es un problema de todos. Cuando no se reflexiona en las causas del problema, suelen darse leyes como la actual que trata de prevenir y combatir la violencia familiar. Sí, los congresistas creen que la violencia pasa más por un tema de prontitud judicial, es decir que si el Poder Judicial actúa rápido, no habrá golpeados en casa, que la violencia doméstica se acaba en los tribunales.  En esa lógica, todo lío hogareño, en 72 horas debe tener una medida de protección que solucione la vida, lo que es imposible porque faltan policías para hacer cumplir las medidas, faltan pruebas que no se pudieron acopiar por lo corto del plazo, faltan pericias que ayuden a tomar decisiones, entre otras cosas; pero así se dictan medidas de protección que resuelven poco. ¿Qué generan soluciones prontas que no pueden cumplirse? Frustración para la víctima y burla para el agresor; un giro más y la violencia, como la materia, no se crea ni se destruye, sólo se agudiza.
En la marcha de “Ni Una Menos”, junto a quienes sufren la violencia y quienes lo hacen por convicción, estuvieron las personas que fomentan la violencia y que son fieros indignados de lo que ellos crean por un rating, en programas televisivos, en los que la violentada termina perdonando al golpeador y parte del show es la violencia; en desgracia ellos seguirán siendo los referentes de la cultura popular.
¿En qué momento nos convirtieron adictos a lo superficial? Difícil saberlo, pero si como sociedad no reaccionamos, el futuro tendrá más violencia. ¿Qué hacer?, empezar en casa, asumiendo plena responsabilidad de nuestras acciones, enseñar a los nuestros que la hipocresía en las relaciones públicas, no es una virtud, es un defecto, que sólo el que queda bien con todos, lo hace para esconder su maldad. Ardua labor cuando cada vez la cultura del vivo tiende a imponerse; pero no veo otro camino para una sociedad mejor.
Entonces amigo lector, si queremos ni una menos, no seamos uno más de los que sin reflexión alguna gritan contra la violencia y no practican la igualdad en casa; que a veces su tono callejero, es el que normalmente usa en su hogar. Todos, sin distinción de género, merecen respeto y no violencia.
(Publicado en la revista de la CSJA Actualidad - Nro. 8, Septiembre 2016).

lunes, 25 de julio de 2016

Arrendamiento y desalojo, aciertos y desaciertos

Al momento de presentar el libro “Arrendamiento y desalojo”, es necesario referirse al padre del Ajedrez moderno en la desaparecida escuela soviética, Botvinik, quien afirmaba que solamente publicando sus trabajos, un ajedrecista progresa, porque esa tarea de someter a la crítica ajena, el trabajo propio permite identificar errores y hacer correcciones: “Usted no publica, entonces hágalo y al cabo de un par de años hablaremos de mejorar”. Los jueces, “sin querer, queriendo”, hacen públicas sus decisiones para las partes y sus abogados y, a la vez las “cuelgan” en internet, para que la comunidad pueda hacer crítica de ellas, sea a través de la prensa o publicaciones especializadas.
En desgracia, en nuestra sociedad, existe mucha intolerancia a la crítica, en la falsa creencia de la perfección propia. Hasta cuando caemos mal, culpamos al otro de no apreciarnos bien. Los jueces al publicar sus decisiones, además hacen públicas las razones que los llevaron a tomarlas y, como seres humanos que somos, tenemos errores derivados de nuestra formación, nuestra percepción de las cosas u otras. Sin pretender lavar las manos, no son pocas las ocasiones en que los abogados hacen que los jueces se equivoquen. Alejandro García Nieto, con la ironía de la que hace gala, justificaba al Juez señalando que si los abogados le llevan paparruchadas en un sentido y otro a la vez, no es raro que el Juzgador suelte una patochada mayor al decidir; lo que es verdad, pues la administración de justicia, además de jueces capaces y honestos, requiere de abogados preparados y leales y éstos a su vez requieren de clientes que siempre se conduzcan con respeto y verdad (lo más difícil de hallar).
Al término del proceso, el litigante tendrá la mejor o peor opinión del Juzgador, dependiendo cómo le fue. El vencido, con su abogado, denostará la decisión y acusarán de miopía intelectual y moralidad dudosa al Juez; el vencedor se halagará y presumirá sabiduría.  Ambas posturas no favorecen a la mejora de la justicia, pues lo importante para todos es someter a un análisis crítico la decisión y no a la persona. Allí sabremos si acertó o equivocó el Juez, allí podremos corregir el error o difundir el acierto. Las críticas pensadas, permiten a jueces y abogados mejorar su labor.
Y todos podemos hacer críticas pensadas, lo único que se requiere es, paradójicamente, pensar y hacer conocer a las personas lo que se piensa.  En el libro “Arrendamiento y Desalojo”, se pretende ello; se analizan dos instituciones: el contrato de arrendamiento y el desalojo, a través de la jurisprudencia, doctrina y casuística.  No es un estudio monográfico tradicional, sino es encontrar en las vivencias diarias, el derecho aplicable; de lo más simple a lo más complejo; de lo más antiguo a lo más novedoso. Se expresan dudas y contradicciones que presenta la legislación y jurisprudencia, se desarrolla doctrina, pero todo sobre la base de historias de a pie y escritorio.
Entonces, querido lector, se trata de un libro puesto al alcance de todos, con el que se identificará y aprenderá; y es una forma de someterse a la crítica ajena para corregir lo que se debe, pues como afirma Fischman, aun cuando no sea grato, que nos digan nuestros errores, es la única manera en que podemos aspirar a ser mejores.

(Publicado en el diario La República el 25.07.2016)

domingo, 17 de enero de 2016

La felicidad por sentencia

En la película “En busca de la felicidad”, que protagoniza Will Smith, se nos recuerda que la felicidad, no llega a tu vida, a menos que trabajes para lograrla. El argumento, del film, es luchar por lo que uno quiere y aun cuando sea dura la jornada, no debe decaer el empeño, que al final serás  feliz. El “sí se puede” es una frase que nos anima a seguir y al final terminamos creyendo en nuestro propio esfuerzo para conseguir lo deseado. Sin embargo, para algunos, la felicidad no es algo que requiera esfuerzo, sino que, para un presidente extranjero, era suficiente crear un ministerio de la felicidad y ordenar por decreto que todos son felices: “qué esfuerzo ni sacrificio, suficiente decretar que somos felices y actuar como tales que la fiesta hoy no acaba”.
Si el ejemplo es tragicómico, en nuestros actos diarios nos aproximamos mucho a ello, claro que, sin darnos cuenta. A veces celebramos contratos, firmamos pagarés, nos prestamos dinero y con el dinero en el bolsillo o la palabra recibida, empezamos a gastar, cuando el éxito en el negocio no es claro, como en una versión moderna de la lecherita camino al mercado, historia hoy desconocida por nuestros hijos.
Muchos litigios que llegan a nuestra Corte, se deben a que las partes o no entendieron a lo que se comprometieron o no pueden cumplir lo ofrecido.  Cuando ello sucede, el incumplido demandado, en más de las veces, en lugar de honrar su palabra, se enfrasca en dilatar el proceso.  El que no previó el incumplimiento no entiende que un proceso judicial toma más tiempo que el deseado.  Se afirma que la justicia que tarda no es justicia, pero la que acelera demasiado tampoco. En un proceso hay que pensar, tanto jueces como abogados y ello toma tiempo.
Luego de un proceso, a veces se cree que una buena y/o justa sentencia es suficiente para recuperar la felicidad; pero la vida demuestra que una sentencia es un paso más, en el largo camino de la justicia y que la ejecución de la misma, es un martirio, sobre todo, para quienes litigan contra el Estado.  Pero no sólo es el Estado el que incumple, sino que muchos vencidos en juicio imitan lo malo.
Existen casos en los que es mejor buscar la felicidad a través de la solución amistosa de un conflicto mediante una conciliación o transacción, que llevar su caso a un Tribunal.  No es que los Tribunales estén demás, sino que da la razón a una de las partes y más de una vez, la razón está en ambas o en ninguna.  Hay procesos de división y partición de herencias, entre hermanos que duran más de 10 años y sea cual fuere el resultado ya perdieron todos. Invite al diálogo, que Mahoma iba a la montaña cuando ésta no lo visitaba. No olvide que negociar significa, en latín, negar el ocio, es decir, trabajar para lograr una solución.  

Entonces, estimado lector, si no desea el largo tránsito del litigio judicial para buscar su bienestar, reflexione antes de cada decisión y contrate pensando si podrá cumplir o no y averigüe los antecedentes de las personas con quienes trata. Más que ganar un juicio, evítelo a través de buenos tratos. Benjamín Franklin decía que la felicidad no es un golpe de suerte, sino es un construir diario con pequeños logros.  Dese la oportunidad de construir su futuro, que su vida no se arreglará con una sentencia, menos con un decreto.

(Publicado en el diario La República el 11.01.2016)