martes, 25 de septiembre de 2018

Y con el tiempo, más de lo mismo


Cuentan que un hombre buscaba, bajo la luz de un poste, las llaves perdidas de la puerta de su casa y, como estuviera en tal afán mucho tiempo, algunos transeúntes lo ayudaron, hasta que uno preguntó ¿Está seguro que por acá perdió sus llaves? El descuidado contestó: No, creo que las perdí por la otra cuadra, pero acá hay más luz para hallarlas. Lo descrito, que pareciera un chiste, es la forma en que se suele tomar decisiones en el ámbito público y lo no gracioso, es que la ciudadanía en general termina sufriendo tales despropósitos. Se reformará el Consejo de la Magistratura en el nombre y no en las causas que lo hacen insostenible.

Es verdad que el Poder Judicial está en crisis, debe ser reformado y se debe botar a los malos, conservar a los mejores y elegir a los buenos. Lo dicen todos, desde los que cumplen la ley, hasta los que la burlan; pero ¿cómo hacer cambios? El Congreso, ha aprobado como solución el cambio de nombres, caras, plazos, pero en esencia lo mismo; se ha buscado bajo el poste y no se ha preguntado el por qué se llegó a esto. ¡Vaya talento nuestro el discutir por cambiar cosas para seguir haciendo lo mismo! La solución adoptada ya fracasó.
La crisis del extinto Consejo de la Magistratura se debe, entre otras, al manejo de nombramientos y ratificaciones, según conveniencia de quienes tenían el poder. ¿Qué dice la reforma sobre esto? Nada, que se siga haciendo lo mismo, pero con otros nombres. Para eliminar lo corruptible de la ratificación ahora será en dos momentos y en menor tiempo; ¿qué sucedería si es que en lugar de la ratificación periódica, se privilegia una evaluación diaria a los jueces y ante faltas probadas, se les destituye simplemente?
Intentemos soluciones, y si no hay nada nuevo bajo el Sol, repliquemos otras experiencias; por ejemplo la creación de un Consejo General, que forme jueces de carrera, los nombre, evalúe, destituya y así desterrar a algunos improvisados que a falta de trabajo tientan un puesto, a la de Dios y si aprueban el examen escrito, activan todo el sistema para ser nombrados, gracias a entrevistas de consejeros, que se jactan de nombrar al recomendado y no al que lo merece. Un Consejo General, fomentará un Poder Judicial autónomo con jueces idóneos.
La ratificación quita independencia a los jueces y somete al Poder Judicial, que debe ser la garantía de los ciudadanos para hacer vigentes sus derechos ante los demás. El sistema actual, maquiavélicamente, fomenta el individualismo de cada magistrado que a veces le preocupa, más que hacer un buen trabajo, el ser ratificado. Si no hay carrera judicial, no hay mística. No se puede ser buen juez y sentirse tranquilo, sin importar que el Poder Judicial naufrague, pues ello lleva a no distinguir el servicio público del beneficio propio y, la opinión pública, castigará a todos los jueces. Más allá del bienestar y beneficio personal, se requiere una Institución fuerte, que es el único camino a un Poder Judicial independiente y eficiente.
Entonces, amigo lector, no caiga en la trampa de creer que el sólo cambio de nombre o caras, convierte lo corruptible en inmaculado; si quiere un mañana mejor recuerde a Einstein que enseñó que la locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando resultados diferentes; así que intentemos cosas nuevas, pues si se insiste en el mismo esquema del Consejo de la Magistratura y sus ratificaciones, es cosa de tiempo el darnos cuenta que todo sigue igual.
(*) Publicado en el diario La República, en la fecha.