domingo, 17 de enero de 2016

La felicidad por sentencia

En la película “En busca de la felicidad”, que protagoniza Will Smith, se nos recuerda que la felicidad, no llega a tu vida, a menos que trabajes para lograrla. El argumento, del film, es luchar por lo que uno quiere y aun cuando sea dura la jornada, no debe decaer el empeño, que al final serás  feliz. El “sí se puede” es una frase que nos anima a seguir y al final terminamos creyendo en nuestro propio esfuerzo para conseguir lo deseado. Sin embargo, para algunos, la felicidad no es algo que requiera esfuerzo, sino que, para un presidente extranjero, era suficiente crear un ministerio de la felicidad y ordenar por decreto que todos son felices: “qué esfuerzo ni sacrificio, suficiente decretar que somos felices y actuar como tales que la fiesta hoy no acaba”.
Si el ejemplo es tragicómico, en nuestros actos diarios nos aproximamos mucho a ello, claro que, sin darnos cuenta. A veces celebramos contratos, firmamos pagarés, nos prestamos dinero y con el dinero en el bolsillo o la palabra recibida, empezamos a gastar, cuando el éxito en el negocio no es claro, como en una versión moderna de la lecherita camino al mercado, historia hoy desconocida por nuestros hijos.
Muchos litigios que llegan a nuestra Corte, se deben a que las partes o no entendieron a lo que se comprometieron o no pueden cumplir lo ofrecido.  Cuando ello sucede, el incumplido demandado, en más de las veces, en lugar de honrar su palabra, se enfrasca en dilatar el proceso.  El que no previó el incumplimiento no entiende que un proceso judicial toma más tiempo que el deseado.  Se afirma que la justicia que tarda no es justicia, pero la que acelera demasiado tampoco. En un proceso hay que pensar, tanto jueces como abogados y ello toma tiempo.
Luego de un proceso, a veces se cree que una buena y/o justa sentencia es suficiente para recuperar la felicidad; pero la vida demuestra que una sentencia es un paso más, en el largo camino de la justicia y que la ejecución de la misma, es un martirio, sobre todo, para quienes litigan contra el Estado.  Pero no sólo es el Estado el que incumple, sino que muchos vencidos en juicio imitan lo malo.
Existen casos en los que es mejor buscar la felicidad a través de la solución amistosa de un conflicto mediante una conciliación o transacción, que llevar su caso a un Tribunal.  No es que los Tribunales estén demás, sino que da la razón a una de las partes y más de una vez, la razón está en ambas o en ninguna.  Hay procesos de división y partición de herencias, entre hermanos que duran más de 10 años y sea cual fuere el resultado ya perdieron todos. Invite al diálogo, que Mahoma iba a la montaña cuando ésta no lo visitaba. No olvide que negociar significa, en latín, negar el ocio, es decir, trabajar para lograr una solución.  

Entonces, estimado lector, si no desea el largo tránsito del litigio judicial para buscar su bienestar, reflexione antes de cada decisión y contrate pensando si podrá cumplir o no y averigüe los antecedentes de las personas con quienes trata. Más que ganar un juicio, evítelo a través de buenos tratos. Benjamín Franklin decía que la felicidad no es un golpe de suerte, sino es un construir diario con pequeños logros.  Dese la oportunidad de construir su futuro, que su vida no se arreglará con una sentencia, menos con un decreto.

(Publicado en el diario La República el 11.01.2016)