lunes, 10 de noviembre de 2014

No Valentín, así no vale Valentín


Ni hoy, ni mañana, ni pasado, es decir, jamás se justificará la muerte de una persona, menos en cumplimiento de una diligencia judicial; esta afirmación incluye el respeto a la integridad personal, no sólo de quienes se resisten a un mandato judicial, sino que también de quienes hacen cumplir tal orden.  Una sociedad civilizada que aspira a tener un futuro mejor, sólo se puede construir con respeto y razones, no con violencia ni comentarios vacuos.  La desgracia de Cajamarca, debe ser un punto de reflexión profunda sobre lo que hacemos en la sociedad y no el escándalo del que busca venganza y del que no aprendemos.
 
Debemos asumir responsabilidades y reconocer que si creemos en la culpa ajena y la santidad propia, seguiremos en empantanados y no podremos librarnos como sí lo hizo Hércules en situación similar. Hércules actuó y paleó, no se hizo la víctima, que las palas son para trabajar. No creemos héroes de la desgracia ni utilicemos muertos para llenar el molino propio, busquemos la manera de evitar más violencia. El presente que construimos es la base del futuro de nuestros hijos.

Los mandatos judiciales deben cumplirse, aun cuando no gusten.  Sé que el Poder Judicial, como otras instituciones, enfrenta un gran cuestionamiento público; pero se hace lo posible por ser transparentes. Ahora los jueces publicitamos nuestras decisiones a través del internet; cualquier ciudadano puede consultarlas y saber si le cuentan historias.  Un caso difícil, puede ser revisado hasta por 9 jueces, en diferentes niveles, hasta quedar firme. Una casa no se pierde por que sí, sino que se pierde porque quien era el dueño se comprometió con algo y no cumplió. Si 9 jueces le dicen que está equivocado y que las deudas se pagan, no crea a quienes dicen que no pasará nada, cada quien sabe qué se prestó y qué debe.

Un principio de la vida en sociedad es que si se asume una obligación, ésta debe ser cumplida, si hago daño a alguien debo indemnizarlo.  No se puede asumir deudas y ser feliz sin honrarlas, tarde o temprano le cobrarán. Ser valiente no es lanzar piedras ni blandir palos; tampoco, abusar de la fuerza. La valentía consiste en cumplir la palabra dada y respetar el derecho ajeno. Lo otro es vandalismo y eso no puede dejar como herencia a sus hijos, porque la vida será más difícil si los gritos superan las razones.

Entonces querido lector, sea como el tipo que, con una vela encendida, entró a una cueva oscura, llena de gente, pero al darse cuenta que seguía sin ver, decidió encender las velas de quienes las tenían apagadas, luego todo se hizo claro y pudo apreciar la cueva. No guarde su luz de la reflexión bajo un celemín, compártala y verá que las cosas mejoran. No sea de los que apagan velas, que la oscuridad de todos es lo que alimenta la corrupción y ésta es una de las desgracias que debemos vencer utilizando la razón.  Seamos valientes dejando a nuestros hijos un mejor mañana que el que recibimos.
(Publicado en la fecha en La República)

domingo, 27 de julio de 2014

Sin permitir que interrumpan nuestra educación

Cuando Bernard Shaw ironizó que su educación fue buena hasta que la interrumpió el colegio, estimo que se refería no a las escuelas, sino a los entornos en que éstas se desarrollan, es decir, a la sociedad en su conjunto.  Sabemos que el bajo nivel educativo de un país puede llevarlo a que no supere el subdesarrollo, pero el problema verdadero es creer que la mejora del nivel educativo es responsabilidad de colegios o de padres en casa, obviando que la obligación de mejorar la educación es de todos y fundamentalmente de quienes son autoridades en nuestra nación.

No es raro en estos días que pese a los empeños de padres y maestros, sigamos exhibiendo un pobre nivel de ciudadanos educados, con autoridades que no asumen su papel y culpan a otros de la educación, pese a que ellos mismos con sus conductas y apariciones ante la prensa, son el mal ejemplo que impide mejorar al país. Sí, hay autoridades que cuando declaran tiran por la borda todo empeño educativo de casas y colegios y como el mal ejemplo se imita, los ciudadanos aprenden que para tener éxito no se necesita ni ser educado ni reflexivo.

Citemos como ejemplo el caso de los fallos judiciales.  Si es que se expide alguna resolución que no es agradable a los ojos de determinada autoridad, ésta evidencia su intolerancia e incapacidad de reflexión saliendo ante la prensa; lanza su patochada, que parece un esfuerzo por desplazar al cómico Melcochita, y creyendo ser gracioso, denigra a la sociedad.  En estos días, el actual Jefe del INPE que, enfrentado a una resolución que no le gusta, en lugar de pensarla, señaló que ésta era un adefesio y la lección que dio es que suficiente es insultar y no guardar respeto por otras instituciones o el trabajo ajeno y debatirlo con razones correctas.  Ya no se tiene vergüenza alguna por hacer trizas a la decencia, formas y modales. 

Los jueces que pueden equivocarse, se esfuerzan en guardar respeto por la opinión ajena. Imagine si un juez fuera como estas autoridades y pusiera en blanco y negro lo que piensa sobre lo que dicen autoridades y abogados; no, los jueces se limitan en esgrimir razones que sustentan sus decisiones y por qué desestiman argumentos de las partes. Con aciertos y yerros los jueces se esfuerzan en argumentar y no en denigrar a las partes. Es un ejemplo que debe imitarse.

No es que se añore el retorno de los tiempos en que políticos y funcionarios eran caballeros, como don Fernando Belaúnde o dicharacheros certeros y elegantes como don Luis Bedoya.  No se busca que la caballerosidad sea una norma en la política y los funcionarios públicos, son tiempos pasados. Se necesita que todos reconozcamos nuestra responsabilidad por educar a las generaciones que nos ven y que hagamos del respeto y la reflexión dos normas de convivencia social.

Las autoridades no deben olvidar que el ejemplo es la mejor lección, que cuando están frente a una cámara no son parte de un show de pura diversión, sino que educan; no deben hacer de su cargo un traje del hazmerreir y del festejo en privado con sus asesores que, por desgracia, no tienen la valentía de advertirle que anda desnudo de ideas y razones y del daño que hace su violencia verbal a la sociedad.

Entonces querido lector, no festeje y haga gracia de frases simplonas porque alienta la patanería e irreflexión social. Todos somos responsables de educar a las generaciones que vendrán a reemplazarnos y si queremos juventudes pensantes, prediquemos con el ejemplo de la reflexión.  Como decía Einstein, la educación es lo único que nos queda cuando olvidamos todo lo aprendido; por lo que para intentar legar una mejor educación a nuestros hijos, parafraseando a Mark Twain no permitamos que las autoridades que no educan, tampoco interfirieran con nuestra educación y menos la de nuestros hijos; sólo así el futuro será mejor para todos.

jueves, 17 de julio de 2014

El guachimán Pacheco

En los años en que los sábados en las noches las familias se juntaban para ver Risas y Salsa, existía un sketch titulado “el guachimán Pacheco”, que interpretado por un joven Adolfo Chuiman, no aguantaba a nadie ni un queco; éste personaje era la versión moderna del valiente capitán Paiva de la Tradición “Al pie de la Letra” de don Ricardo Palma.  El divertido Guachimán al recibir una orden, la cumplía aun de manera irracional; para él, las normas se cumplían tal cual estén pintadas.  Lo gracioso del sketch era la ironía que supone actuar al pie de la letra aún en contra del sentido común.

Actualmente, en la temprana formación jurídica de futuros abogados, se dan los primeros acercamientos a las normas jurídicas y a la necesidad de interpretarlas. En aulas se utiliza un ejemplo clásico: La existencia de un parque inmenso que conmemora una batalla determinada, en el que al ingreso hay un letrero que dice “prohibido el ingreso de vehículos” y, sabemos que a quien vaya en una 4x4 o en un Tico no le permitirán entrar al parque, ésa es la zona clara de la norma; pero sucede que va una familia llevando a la abuela en silla de ruedas o tal vez al pequeño que aún necesita de su cochecito para pasear.  La pregunta es ¿les negamos el ingreso?, pues tanto una silla de ruedas o un coche de bebé son vehículos.  Algunos creen que sí pueden ingresar porque no tienen motor así que adentro y, sin querer queriendo, interpretaron que un vehículo para ser tal, necesita de un motor (ergo no pasaría una silla de ruedas moderna que ya viene con su motor). Lo curioso es que en esta interpretación, uno ya se sale del texto de la norma.

Otros señalan que la norma, en un parque, busca que las personas disfruten un descanso seguro, por lo que la prohibición está dirigida justamente a los vehículos que causan peligro a los demás: una silla de ruedas y un coche de bebé no suponen peligro para terceros, así que adentro y a divertirse.  En aulas es raro encontrar a quien diga, nones a la anciana y al pequeñín y, si quieren ingresar al parque, que camine la doña y que gatee el infante; raro, porque los guachimanes Pacheco en el derecho moderno están en vías de extinción.

El ejemplo permite entender la necesidad de interpretar las normas y no ser meros aplicadores de textos sin entender su contenido. En el derecho existen diferentes métodos de interpretación y todos ellos con una sola misión: “encontrar el correcto significado a una norma jurídica”.  Un estado constitucional de derecho, exige a los jueces que al aplicar las normas, las interpreten y que motiven sus decisiones para su aceptabilidad.


Entonces querido lector, los jueces ni somos capitanes Paiva, menos guachimanes Pacheco, que sin reflexión alguna se pegan al pie de la letra.  Cada norma tiene una razón de ser y es la que se debe descubrir y aplicar; de lo contrario, en el parque en mención, si una persona sufriera un grave accidente y se requiriera del ingreso urgente de una ambulancia, el famoso Guachimán no deja pasar el vehículo y peor aún, si el chofer fuera el capitán Paiva, desde el volante de tal vehículo se encogería de hombros, maldeciría la norma y no haría algo por intentar salvar la vida ajena; por fortuna esos tiempos ya pasaron. 

lunes, 26 de mayo de 2014

El pressing a los judiciales

Cuando a un reconocido futbolista, muchos años retirado de la práctica profesional del fútbol, le preguntaron ¿si jugara ahora, que añoraría de sus épocas de jugador? Respondió sin dudarlo. “La libertad. Cuando jugaba fútbol, uno era más libre para crear, ahora no se puede, por el pressing que hacen los adversarios, así como las faltas que lesionan”.  Si, como para muchos, el futbol es como la vida, en nuestros días quienes somos servidores judiciales, sentimos el pressing y las jugadas arteras de algunas partes en los procesos.

Quienes trabajamos en la Corte Superior de Justicia de Arequipa, sentimos dos tipos de “pressing”, el interno a cargo del Órgano de Control, que controla nuestra producción, conductas y patrimonio, nos pone elevadas metas para cumplir, entre otras, y si bien ello es pesado; quienes laboramos sabemos que es parte del servicio que brindamos. El otro “pressing” es el externo y está a cargo de las partes que, en la mayoría de veces, reclaman con sobrada razón por errores que podemos cometer o por demoras en que se incurren.

Reconocemos que hay demora en muchas áreas, porque existe sobrecarga y complejidad en algunos casos. Debemos trabajar mejor e internamente los esfuerzos van dirigido a ello.  En el tema de la complejidad, nos capacitamos constantemente, pero decidir en instantes el futuro de las personas (sea sobre su libertad, sus derechos o bienes), no es un pestañear, hay que pensarlo con calma y decidir. Los jueces y servidores, reflexionan siempre sobre lo que se decide y aun así en ocasiones se yerra, porque la verdad no suele ser absoluta. El dilema del vaso medio vacío o medio lleno. Las pruebas del proceso deben ayudar a descubrir lo que sucedió y luego aplicar el derecho que corresponda. Los abogados tienen la responsabilidad de probar las afirmaciones de sus clientes.

Pero existe un pressing malo, que va de mano con las jugadas arteras: reclamos destemplados y escritos presentados sin estudiar debidamente, son carga quitan tiempo y afectan.  Las jugadas arteras son las que utilizan algunas partes para dilatar el proceso, falsear la verdad y fomentar la deshonestidad.  Contra eso hay que luchar sin desmayo.  El Art. 282 del Código Procesal Civil establece que se puede concluir sobre la conducta procesal de las partes.

Pero hay un pressing que ayuda: litigantes y abogados atentos al proceso que lo sigan, que lo marquen y que señalen oportunamente errores que deben corregirse.  Necesitamos litigantes honestos y profesionales capaces, que uno los identifica por que suelen ser amables, concretos y sin dejar de ser exigentes.


Entonces querido lector, sé que le preocupa que su proceso y necesita una decisión pronta, haga un pressing bueno, y si bien un “por favor” o un “gracias” no son, ni serán necesarios para que los judiciales cumplamos nuestro deber; estirar las caras, tampoco ayuda; menos levantar la voz. Todos tenemos prisas y carga por atender, más aún luego de la huelga, sea parte de quienes facilitan la solución y no quienes viven en el problema.