jueves, 19 de octubre de 2017

Entre sábanas y piernas, qué no hacer al sentenciar


Antaño, según cuenta don Orestes Zegarra Zevallos (Ex presidente de la Corte Superior de Justicia de Arequipa y ex vocal Supremo), existía una llamada “sentencia de piernas”, en la que el Juez, tomando un libro, ordenaba a su asistente o practicante: “copia en la sentencia, desde tal parte hasta tal otra” y éste, poniéndose el libro sobre las piernas empezaba con la labor de transcripción en viejas máquinas, que permitía sentencias con citas de doctrina o jurisprudencia, propias de un discurso jurídico, pero carentes de una debida motivación jurídica para el caso, sin importar lo extensas que éstas sean.  Los abogados con canas sabían que toda sentencia larga se iniciaba con un libro sobre las piernas de alguien y no, necesariamente, en la reflexión del Juez.

Como nos gusta ser modernos, imitando el pasado, hoy están en moda las llamadas “sentencia sábanas”, que ya no se soportan en las piernas de alguien, pues con ayuda de la moderna tecnología, es decir del “copy and paste” se ha hallado la manera de hacer sentencias largas, extensas, que nos hace creer que argumentamos y/o motivamos nuestras decisiones, cumpliendo las exigencias establecidas por el Art. 139, inciso 5, de la Constitución Política del Estado.

Versiones aparte, las sentencias sábanas se caracterizan por su extensión, no fruto del propio razonamiento, sino por la abundancia de ideas ajenas. Se suele encontrar citas de Echeandía sobre el onus probandi, transcripciones de conceptos doctrinarios, menciones a docentes desconocidos, jurisprudencias y más, llegando recién al considerando sexto o séptimo subtitulado los hechos del caso, para empezar la real motivación del fallo; y uno, ante tanta cita doctrinaria y jurisprudencial, espera un sesudo análisis o pieza jurídica, que muchas veces no se halla, sino pocas líneas más abajo, con la conclusión de si la decisión fue fundada, improcedente, infundada, nula o revocada. A veces queda la impresión de que la Ley de Pareto también incluye a los fallos judiciales, pues en el 20% de la sentencia está el 80% del valor y viceversa.

Se exige una debida motivación a las decisiones judiciales, como una garantía en favor del justiciable, pero además de ello, es la forma que tenemos los jueces de revelar lo imparcial de la conducta, la capacidad de análisis y conocimientos al decidir. Si nadie es perfecto, los jueces no son la excepción y podemos errar al argumentar y concluir con error lo que creíamos correcto. No hay quien se escape de esta regla, pero lo que no podemos hacer es confundir meras transcripciones con fundamentaciones o motivaciones.

¿Cuán extensa debe ser una sentencia?, lo necesario, ni más ni menos. La única medida es el análisis razonado de los hechos del proceso, alegaciones de las partes y las pruebas del mismo. Razonar no significa enumerar pruebas, sino someter al juicio crítico lo que será resuelto; argumentar tampoco es explayarse, sino dar razones que sustentan las decisiones que se adopten. No debemos extendernos en transcripciones y abusar de los argumentos entimemáticos (aquellos que no se ven, pero que están allí). Es una tarea que estamos olvidando, pues estamos haciendo sentencias que más allá de la reflexión, buscan impresionar como un buen discurso jurídico, olvidando que hacemos sentencias y no discursos y que los destinatarios primarios de lo decidido son las partes y no la tribuna.

Es cierto que existen sentencias que requieren ser extensas, pero no son todas. En los casos difíciles, emplearse a fondo para ser entendido por los destinatarios es una obligación; sin olvidar que las sentencias tienen que ser claras y que no se dictan para agradar o para que admiren alguna sabiduría, sino para resolver razonadamente un proceso, sobre la base de las pruebas actuadas y el derecho aplicable.


Entonces, amigo lector, jamás olvide que una vez Blas Pascal escribió una extensa carta a un amigo, en la que empezó diciendo “disculpa que te escriba tanto, pero es que no tuve tiempo”, pues cuando uno dedica tiempo a pensar, pondrá lo necesario para que la decisión sea entendida por el destinatario, es decir sin citas inoportunas ni transcripciones fatuas; pues si comparamos una sentencia con obras de arte, la extensión de una película, no garantiza su calidad, y usar piernas y sábanas en sentencias jamás será lo correcto.

Publicado en la Revista Actualidad de la Corte Superior de Justicia de Arequipa (Oct. 2017)

lunes, 16 de octubre de 2017

¡Cosechando los mares, sin sembrar las tierras!

Amado Nervo, nos cuenta, en su poema “En paz”, que cuando sembró rosales, cosechó rosas; estimo que era necesario, que nos diga además, que se tiene que cuidar la planta, para lograr hermosas flores; que la hierba mala es la única que desarrolla sin cuidado alguno.  Esto viene a colación, porque una vez más, para variar, la desconfianza en la labor del Poder Judicial aumenta en desaprobación ciudadana, y cuesta saber que pese a cada esfuerzo de mejora, no logramos revertir tal tendencia.
Hay innumerables intentos, nuevos servicios, registros y más acciones por mejorar el servicio de justicia y pese a ello los ciudadanos nos miran de mal en peor. Esto tiene muchas razones, que van desde creer erróneamente que mejores estadísticas optimizan percepciones: los números no ganan afectos; hasta hechos internos de forma y esencia, que debemos corregir, tanto en contenido como en apariencia, que el César era consciente que su mujer además de honesta, debía parecerlo y ello exige que como judiciales nos esmeremos en trabajar de manera más ordenada y pulcra, en la gestión de nuestra persona y expedientes, pues ver una oficina atiborrada de papeles, no nos invita a pensar que hay mucho trabajo, sino que o se trabaja con desorden o no se sabe trabajar; que no es falso que todo entra por los ojos y algo en caos, no se interpreta como eficiencia.
La envoltura debe resaltar el contenido, por lo que no vale en nada tener notificaciones electrónicas si seguimos notificando además físicamente y resolviendo lentamente; todo arreglo sin contenido es como un maquillaje que no sirve. Además de cuidar nuestras formas, para revertir tendencias, debemos gestionar adecuadamente los procesos y justificar el contenido de las decisiones.  Somos responsables de sostener a diario los cambios que se promueven.
Es una tarea que en desgracia estamos solos, pues si bien la gran mayoría, exige un país sin corrupción, sin inseguridad ciudadana, con un Poder Judicial confiable, a pocos les preocupa plantar la semilla adecuada; basta salir a la calle y ver cómo la grúa se lleva a un carro aparcado en zona prohibida para mascullar que eso fue así, porque el policía quería su coima, poniéndonos al lado del infractor, o nos pasamos la luz roja y si el policía nos para, es que quiere su marmaja y no imponernos la sanción que merecemos. Ejemplos existen miles, en gran medida somos ciudadanos que queremos beneficios, pero sin tener responsabilidad. Esto aplica a ciudadanos de a pie como a autoridades que causan cada desastre, pero que no se consideran culpables de nada, excepto víctimas de un complot de opositores, siendo sólo un mal ejemplo.
Entonces querido lector, tenemos una gran labor que cumplir como servidor jurisdiccional y ciudadano, para obtener un futuro diferente. No seamos los ciudadanos que en tiempos de clasificatorias al mundial y peruanismo encendido, andan cosechando los mares, sin sembrar las tierras, porque si bien el Perú es otro nombre de la gloria, es un país cuyo futuro necesitamos construir; mejorando formas y contenidos. Hay que llegar al mañana, con una mayor calidad de vida para todos, y es a ese futuro al cual también debemos clasificar, no sólo 11 valientes, sino todo un país; que si no sembramos para el futuro, seguiremos cosechando lo malo del presente.

(*) Publicado en el diario La República, en la fecha.