sábado, 30 de noviembre de 2013

Jueces, protesta y presupuesto

La protesta de los jueces, va más allá de pedir remuneraciones justas. El reclamo judicial es, además, contra el recorte de presupuesto efectuado por el Ministerio de Economía y Finanzas, que ha aprobado, como presupuesto, el 45% de lo requerido por el Poder Judicial para el 2014. En el caso de Arequipa, el año que viene se tendrá un menor presupuesto que el 2013. En nuestra región, no funcionarán los 10 órganos jurisdiccionales, creados en el 2012, que aliviarán la carga procesal y acortarán plazos para resolver; tampoco se construirán las casas de justicia proyectadas en provincias. No sólo pierden los jueces, perdemos todos.

Es malo para la sociedad, que el Poder Judicial, no tenga autonomía económica ya que se depende económicamente del Poder Ejecutivo, a quien debemos controlar y ello atenta contra la independencia jurisdiccional, lo que tarde o temprano sufren los ciudadanos. Si el Poder Judicial tuviera su propio presupuesto, en un rango del 2.5% del presupuesto púbico nacional, como lo señaló la Constitución de 1979 y no del 1.2% que el Ejecutivo impone, la impartición de justicia mejoraría.

Las jornadas de Lucha por la Dignidad del Magistrado Peruano, convocadas por la Asociación Nacional de Magistrados del Perú, acatadas a nivel nacional; incluyen la exigencia del pago de la remuneración que la Ley fijó para los magistrados hace más de 20 años y que sentencias del Poder Judicial y Tribunal Constitucional, han ordenado se cumpla. Para variar, el Ejecutivo no cumple ni sus Leyes, ni sentencias que lo obligan.

Se cuestiona que los jueces se hayan declarado en huelga. Los jueces no pueden hacer huelga, aunque no falten ganas, y por ello, a lo largo de la República, se instalaron Juntas de Jueces y Salas Plenas, en las que se debaten los problemas que aquejan a la justicia. Lastima a la razón que en este país para hacerse escuchar no sea suficiente dialogar y exponer razones, sino que las más de las veces, se exige a ciudadanos y a jueces, protestar.

Se afirma con error, que los jueces tienen una remuneración y rango privilegiado, lo que no es verdad. Los jueces y fiscales de la República, tenemos más de 13 años la misma remuneración (incluidos bonos). Nombrados por concursos públicos y evaluados diariamente por partes y abogados; somos sometidos a un proceso ratificación cada 7 años, ante un ajeno al Poder Judicial (Consejo de la Magistratura) que puede terminar con la no renovación de confianza y sin trabajo. Es una labora a dedicación exclusiva, con limitada excepción de la docencia. A los magistrados del área penal, se les niega el seguro de vida (mucho riesgo).

Ahora, si a algún magistrado “la plata le llega sola”, se debe denunciarlo y sacarlo del cargo: la limpieza de la casa, beneficia a quienes vivimos en ella. No olvidemos que la corrupción requiere de un abogado inescrupuloso y/o un litigante sin conciencia limpia.

Reclamar un presupuesto justo y el pago de sueldos establecidos por ley, no significa falta de vocación, sino el poder trabajar de manera correcta con la tranquilidad necesaria, que la vocación no supone dejar que pisoteen los derechos de uno.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Una justicia necesaria

Enseñaron con sabiduría los romanos que “la mujer del César no solamente debe ser honesta, sino también parecerlo” y ello, además de ser verdad, es un consejo a tenerse siempre presente en los actos diarios. Si bien el qué dirán no es lo importante para tomar decisiones, jamás deben olvidar las autoridades, que la ciudadanía juzga su labor en esencia y apariencia. En el caso de la justicia, no es que los jueces trabajen para recibir la aprobación ciudadana o tener su adhesión, sino que sus actuaciones y sentencias deben ser apegadas al derecho y los hechos, es decir justas y, además, dejar la sensación que así lo son.

Existen casos en que las actuaciones del Poder Judicial, pese a estar arregladas a derecho, ante los ojos de terceros no lo están. Un ejemplo es la sentencia del llamado caso La Parada, que se caracterizó por no ser lo severa que se esperaba, pues de cien procesados, sólo dos quedaron presos y los demás, sueltos en plaza. Este fallo, que a primera vista deja una gran desazón, sentimiento de falta de firmeza y dudas sobre el actuar del Poder Judicial, resultó siendo un caso diferente al pensado, lo que se explicó de manera muy tardía.

En el verdadero caso La Parada, cuyo juzgamiento no ha concluido, las imágenes televisadas y las fotografías publicadas, nos han dejado en la retina una violencia inusitada y desmedida con que actuaron muchos desalmados, sin respeto a la autoridad, a la policía y a todo lo que se moviera o sea susceptible de saquearse; por ello se espera una sentencia justa, debidamente motivada, que establezca la responsabilidad y sanción a cada uno de los violentos de esa nefasta tarde, sin olvidar que no se condena a la gente en masa, sino por la participación individual de cada procesado; así como nos juzgarán en el Juicio final, uno por uno; por lo que la tarea de los fiscales y policías es por demás importante.

En este caso y otros esperamos un fallo firme, fruto de la razón, que se perciba como justo, pues de lo contrario la vorágine de violencia seguirá creciendo alimentada por el temor de quienes deciden. No olvidar que los fallos trascienden los expedientes y envían mensajes a la sociedad. Juzgar es tarea ardua en un país como el nuestro en el que los valores extravían su camino y si bien la voz del pueblo es la voz de Dios, los gritos de las masas no tienen nada que ver con ello, menos las bravuconerías de quienes se esconden en la multitud para liberar el vándalo que llevan dentro.

Como La Parada, existen muchos casos más, en los que la debida motivación del fallo permitirán saber si se trabajó bien o no: se necesitan jueces valientes con decisiones honestas. Ayuda mucho una sociedad reflexiva que no siga el chisme fácil y repita cosas sin meditar, sino que piense y saque conclusiones. Los ciudadanos pensantes eligen mejores autoridades y controlan que cumplan su deber.


Entonces, ante el peligro del vandalismo y violencia, necesitamos jueces firmes que sean y parezcan justos en su actuar, así como ciudadanos reflexivos y vigilantes; que de lo contrario el día menos pensado, en lugar de argumentos usaremos piedras y palos para imponer nuestras razones.