martes, 5 de septiembre de 2017

La reforma deformada

En la película Billy Elliot, un niño que ama el baile y ansía ser un bailarín profesional de ballet, superará la oposición del padre que lo quería boxeador; el protagonista, con su lucha, nos inspira a ser, pensar diferente y actuar hasta llegar al objetivo propuesto. Casi todos queremos un mejor Poder Judicial, con un correcto servicio a los usuarios, abogados y, añado, mejor calidad de vida de quienes pasamos los días tratando de resolver problemas ajenos. Lo malo es que el trabajo y sobrecarga procesal vencen y los deseos de cambio, se han vuelto solamente sueños idos, y todos eternizamos lo que queríamos cambiar.
Hoy la justicia civil, tiene una sobrecarga y complejidad que la está volviendo más lenta de lo usual. Esto no es nuevo. En 1993, se dio un nuevo Código Procesal Civil (CPC), que más allá de errores y aciertos, fue un gran cambio que, a través de dos audiencias (saneamiento-preliminar y actuación de pruebas), pretendía poner fin a la infinidad de articulaciones procesales y resolver adecuadamente un litigio. El resultado no fue el esperado, por varias razones; destaco 3: a) Jueces que no tenían el nivel de preparación requerido y si lo tenían, actuaban como en el pasado; b) Abogados y litigantes que viven de prolongar hasta el infinito un proceso cuando son demandados e indignados por la lentitud cuando demandan y hallan su alter ego en el abogado contrario; y c) un Estado que no entendió que no es suficiente cambiar normas o implementar juzgados, sino tener una política sistémica con tal fin.
Ante el mal resultado, diferentes gobiernos, sin reflexión profunda, dieron pasos hacia atrás y deformaron al proceso civil, para volverlo escriturario con pinceladas de oralidad, eliminando la audiencia preliminar mal manejada. En lugar de pensar que no funcionaba y hacer cambios, potenciando lo bueno; se “avanzó al pasado”. Todos sufrimos los resultados de dicha deforma: Litigantes envejecidos esperando se resuelvan sus causas (que no son siempre justas); jueces y servidores estresados por la sobrecarga procesal, con causas pendientes de resolver y ejecuciones que nunca acaban; abogados que gozan o padecen del litigio, según sea la ocasión.
Cuando se está mal, hay que poner el pecho y ser el ejemplo. Los jueces civiles debemos recordar que somos directores del proceso, no sólo para tramitarlo, sino para gestionarlo modernamente en aras de una solución adecuada y pronta. Mantenemos la facultad del Art. 51, inciso 3 del CPC, que permite hacer una audiencia preliminar con el concurso de litigantes y abogados. Si bien se erró en el pasado, no pasa día sin aprenderse algo nuevo; debemos agregar valor en la gestión del proceso, con técnicas adecuadas para resolverlos pronto. Nada es claro hasta que se ven mejoras; una adecuada gestión, permitirá una mejor vida para todos.

Entonces, amigo lector, no pierda el ideal que de joven abrigó, al elegir ser abogado, ser servidor judicial y/o Juez: Un mejor sistema de justicia; que todos llevamos un Billy Eliot luchador. Insistamos en nuestros sueños de jóvenes, con creatividad y firmeza, que para ello sólo necesitamos actitud, pero con acción. En el caso de la justicia civil ¡que el profesional que es, no perennice lo que quería cambiar de estudiante!
(*) Publicado en el diario La República el 04.09.2017