martes, 28 de abril de 2015

¡A la cárcel todo Cristo!

Cuenta Ricardo Palma, que en un determinado pueblo, hubo una procesión en que algunos que representaban a Cristo, por un quítame esta paja, se liaron en batalla descomunal, por lo que ante tal desbarajuste, la Autoridad víctima de su impotencia, sólo optó en gritar ¡A la cárcel todo Cristo! y así que todos los disfrazados de Cristo detenidos; como no estuvieron identificados, se regresaron a sus casas.
Hace poco, culpando a otros de lo mal que andan las cosas que su sector, el Ministro del Interior, señaló que de 992 personas detenidas por la DIVINCRI en Lima, durante el verano, sólo 42 están en la cárcel por orden del Poder Judicial. Como se demostró luego, las más de las detenciones no ameritaban una prisión preventiva. En Arequipa, las cifras demuestran que de 136 pedidos de prisión 105 se concedieron; lo que demuestra que a pruebas presentadas, a los jueces ni les tiembla el pulso, ni conceden gracias.
Hay gente que debe estar presa, de ello no hay duda, pero no nos confundamos porque a la barbarie no se puede responder con arbitrariedad, sino con el respeto de los derechos fundamentales: acostumbrémonos a eso.
Es usual que en el dolor propio o ajeno queramos que el delincuente se pudra en la cárcel, pero más allá del instinto primario, no caigamos en la venganza ni la llamemos justicia. No es fácil, pero es la única salida, que el ojo por ojo sólo produce ciegos y con ello el futuro será negro. Para una víctima, la cárcel del denunciado, es la forma en que los pillos deben pagar sus fechorías, pero con el tiempo saben que nada les devuelve lo perdido: ni vidas, ni tiempo ni cosas.  Las cárceles si son necesarias, no son soluciones; se debe prevenir el delito.
Los impaciencia aumenta con comentarios de quienes creen que es deber de los jueces ordenar prisión aún sin pruebas. No, la función del Juez es hacer vigente los derechos de todos (por eso se le representa ciega, no porque sea una señora que va al mercado y no desea ver precios). Es difícil e impopular, pero es la única garantía que tendrá usted si por azares del destino alguien lo quiere molestar. Combatir la delincuencia no es sólo castigarla, sino reducirla con una acción pensada del Estado, en el que la educación y valores, sean parte esencial.

Entonces amigo lector, la solución a la delincuencia no es sólo enviar a la cárcel a todas las personas, sino prevenir el crimen; ya lo afirmó Pitágoras siglos ha, que en la medida que se abran escuelas, se cerrarán prisiones. Si creemos en la venganza, seguiremos expuestos al peligro de salir de la calle, con la única esperanza de que quien hizo daño muera preso; pero eso no hace que desaparezca la delincuencia y menos le da tranquilidad.  Necesitamos una sociedad segura en la cual salir a la calle no sea un peligro mayúsculo y que quienes estén presos sea porque era lo que correspondía.
(Publicado en la República el 27-04-2015)

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