En la formación escolar de mis años, enseñaban el
poema de Nicomedes Santa Cruz “A cocachos aprendí”; eran tiempos en los que tener
primaria completa no era usual como, hoy lo es, culminar la secundaria. El
poema refiere las peripecias de un muchacho que no aprovecha el tiempo para
convertirse en una persona de bien y con el paso del tiempo lo lamenta. Hoy en
día, los “cocachos” y todo acto de violencia contra los niños, con acierto está
proscrito; empero como nos gusta leer sólo parte la historia, estamos pasando al
extremo de la irresponsabilidad.

Un ejemplo se ve en la justicia de familia, en que hay
incremento de casos de menores infractores que, en historia común, empiezan con
la desobediencia en la casa paterna, apoyada por uno de los padres; luego pasan
al irrespeto de sus profesores en el colegio, secundada también por los padres
y bueno de tanto ser irresponsable, se meten en problemas mayores al no
respetar el derecho ajeno, son detenidos y llevados ante la Justicia. Las historias son parecidas con un mismo
final y ningún futuro. Si algún escolar
es agredido por un profesor y ello fue grabado en un celular, sancionemos al
profesor, sin hacer héroe a quien, infringiendo normas, utiliza en aulas
escolares un celular.
Lo malo para los jóvenes es que tienen además referentes
públicos en algunas personas mayores, que propagan esta cultura de irrespeto; se
trata de gente, que cree que levantar la voz y hacer escándalo es parte de ser
profesional. No cabe duda que los judiciales, estamos obligados atender a
litigantes y a abogados y a tramitar con el mayor esmero sus procesos, pero
ello se confunde por algunos que creen que libremente pueden andar importunando
trabajos ajenos, y como lo malo se imita, van saliendo profesionales que
ejercerán el derecho creyendo que la mejor preparación para un caso no es el
estudio a fondo, sino el histrionismo espontáneo.
¿Cómo cambiar esta situación? Enseñando en casa, en
aulas, en el trabajo y en todo lugar que si bien existen derechos, existen
deberes; como dos caras de la misma moneda.
Uno no existe sin el otro. Tomemos nota que una campaña de vigencia de
los deberes ciudadanos logrará que se respete más los derechos de todos.
Entonces querido lector, que la violencia urbana no lo
espante, todos somos parte de la solución; hablemos por donde vayamos, que la
vigencia de nuestros derechos, va de la mano con el cumplimiento de los deberes. El futuro no debe ser tomado por legiones de pedigüeños
sin obligaciones, sino por quienes respetan al prójimo pues son estos los que
hacen valer los derechos de todos. Que
los cocachos, pasados al olvido, no regresen en forma de violentos ciudadanos.
(Publicado en el diario La República en la fecha)
(Publicado en el diario La República en la fecha)
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