Cuenta Ricardo Palma, que en un determinado pueblo,
hubo una procesión en que algunos que representaban a Cristo, por un quítame
esta paja, se liaron en batalla descomunal, por lo que ante tal desbarajuste,
la Autoridad víctima de su impotencia, sólo optó en gritar ¡A la cárcel todo
Cristo! y así que todos los disfrazados de Cristo detenidos; como no estuvieron
identificados, se regresaron a sus casas.

Hay gente que debe estar presa, de ello no hay duda,
pero no nos confundamos porque a la barbarie no se puede responder con arbitrariedad,
sino con el respeto de los derechos fundamentales: acostumbrémonos a eso.
Es usual que en el dolor propio o ajeno queramos que
el delincuente se pudra en la cárcel, pero más allá del instinto primario, no caigamos
en la venganza ni la llamemos justicia. No es fácil, pero es la única salida,
que el ojo por ojo sólo produce ciegos y con ello el futuro será negro. Para
una víctima, la cárcel del denunciado, es la forma en que los pillos deben
pagar sus fechorías, pero con el tiempo saben que nada les devuelve lo perdido:
ni vidas, ni tiempo ni cosas. Las
cárceles si son necesarias, no son soluciones; se debe prevenir el delito.
Los impaciencia aumenta con comentarios de quienes
creen que es deber de los jueces ordenar prisión aún sin pruebas. No, la
función del Juez es hacer vigente los derechos de todos (por eso se le
representa ciega, no porque sea una señora que va al mercado y no desea ver
precios). Es difícil e impopular, pero es la única garantía que tendrá usted si
por azares del destino alguien lo quiere molestar. Combatir la delincuencia no
es sólo castigarla, sino reducirla con una acción pensada del Estado, en el que
la educación y valores, sean parte esencial.
Entonces amigo lector, la solución a la delincuencia
no es sólo enviar a la cárcel a todas las personas, sino prevenir el crimen; ya
lo afirmó Pitágoras siglos ha, que en la medida que se abran escuelas, se
cerrarán prisiones. Si creemos en la venganza, seguiremos expuestos al peligro
de salir de la calle, con la única esperanza de que quien hizo daño muera preso;
pero eso no hace que desaparezca la delincuencia y menos le da tranquilidad. Necesitamos una sociedad segura en la cual
salir a la calle no sea un peligro mayúsculo y que quienes estén presos sea
porque era lo que correspondía.
(Publicado en la República el 27-04-2015)