Cuentan que un hombre buscaba, bajo la luz de un
poste, las llaves perdidas de la puerta de su casa y, como estuviera en tal
afán mucho tiempo, algunos transeúntes lo ayudaron, hasta que uno preguntó
¿Está seguro que por acá perdió sus llaves? El descuidado contestó: No, creo
que las perdí por la otra cuadra, pero acá hay más luz para hallarlas. Lo
descrito, que pareciera un chiste, es la forma en que se suele tomar decisiones
en el ámbito público y lo no gracioso, es que la ciudadanía en general termina
sufriendo tales despropósitos. Se reformará el Consejo de la Magistratura en el
nombre y no en las causas que lo hacen insostenible.

La crisis del extinto Consejo de la Magistratura
se debe, entre otras, al manejo de nombramientos y ratificaciones, según
conveniencia de quienes tenían el poder. ¿Qué dice la reforma sobre esto? Nada,
que se siga haciendo lo mismo, pero con otros nombres. Para eliminar lo
corruptible de la ratificación ahora será en dos momentos y en menor tiempo;
¿qué sucedería si es que en lugar de la ratificación periódica, se privilegia una
evaluación diaria a los jueces y ante faltas probadas, se les destituye simplemente?
Intentemos soluciones, y si no hay nada nuevo
bajo el Sol, repliquemos otras experiencias; por ejemplo la creación de un
Consejo General, que forme jueces de carrera, los nombre, evalúe, destituya y así
desterrar a algunos improvisados que a falta de trabajo tientan un puesto, a la
de Dios y si aprueban el examen escrito, activan todo el sistema para ser
nombrados, gracias a entrevistas de consejeros, que se jactan de nombrar al
recomendado y no al que lo merece. Un Consejo General, fomentará un Poder
Judicial autónomo con jueces idóneos.
La ratificación quita independencia a los jueces
y somete al Poder Judicial, que debe ser la garantía de los ciudadanos para
hacer vigentes sus derechos ante los demás. El sistema actual, maquiavélicamente,
fomenta el individualismo de cada magistrado que a veces le preocupa, más que hacer
un buen trabajo, el ser ratificado. Si no hay carrera judicial, no hay mística.
No se puede ser buen juez y sentirse tranquilo, sin importar que el Poder
Judicial naufrague, pues ello lleva a no distinguir el servicio público del
beneficio propio y, la opinión pública, castigará a todos los jueces. Más allá
del bienestar y beneficio personal, se requiere una Institución fuerte, que es
el único camino a un Poder Judicial independiente y eficiente.
Entonces, amigo lector, no caiga en la trampa de
creer que el sólo cambio de nombre o caras, convierte lo corruptible en
inmaculado; si quiere un mañana mejor recuerde a Einstein que enseñó que la
locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando resultados diferentes; así
que intentemos cosas nuevas, pues si se insiste en el mismo esquema del Consejo
de la Magistratura y sus ratificaciones, es cosa de tiempo el darnos cuenta que
todo sigue igual.
(*) Publicado en el diario La República, en la fecha.