A diferencia de lo que sabía toda la población,
Santiago Nasar, se enteró que iba a ser asesinado, por los gemelos Vicario,
sólo minutos antes del hecho. No pudo hacer nada por salvar su vida, ni aún
esconderse en casa; porque, para mayor desgracia, su propia madre, creyendo que
su hijo estaba adentro, al ver acercarse a los asesinos, cerró y trancó la
puerta evitando todo ingreso. Santiago fue asesinado en la puerta principal de
su casa. Esta novela de García Márquez
(Crónica de una muerte anunciada), pese a situarse en hechos de 1951, es una
obra atemporal, que destaca, entre otros, el drama de saber que algo pasará y
no se actúa para evitarlo. En el caso
judicial, la huelga de ahora, que llevan a cabo los servidores judiciales,
todos la sabían, excepto, al parecer, aquellos funcionarios del Gobierno que creen
que los oídos sordos son buenos consejeros, sin importar el perjuicio que se ocasiona a la población, en
especial a litigantes y abogados.

Ser judicial en el Perú, es un trabajo duro e
incomprendido. Para muchas personas se
trata de seres inescrupulosos que dilatan procesos y venden resoluciones a
postores; para algunos abogados litigantes, los judiciales, o son sus amigos
cuando les sirven prestos, o son déspotas si les tratan como a cualquier otro,
o son incompetentes si demoran los procesos. Nada más lejos de la realidad. Los
judiciales, son servidores que trabajan en la resolución del conflicto ajeno,
con cargas laborales a veces exageradas, expuestos al maltrato de bravucones
que levantan la voz como razón, con jornadas que superan las 8 horas diarias,
laborando fines de semana; observados al centímetro por la Oficina de Control. Estos servidores necesitan una ley que regule
su trabajo, reconociendo su labor; no es conveniente la ley Servir, porque no
se puede medir por igual lo que es diferente; también requieren remuneraciones
justas, para que se concentren en trabajar sin tener las angustias de no llenar
la canasta familiar. Los litigantes ganarán en sus procesos, cuando los
especialistas legales, técnicos, auxiliares y más, sólo les preocupe resolver
sus casos y no estén pensando en cómo se parará la olla.
Así como hay buenas y malas personas, hay buenos
trabajadores y malos que les gusta driblear el trabajo y respirar sólo cuando
es necesario. A esos malos judiciales
que no están al día, no les importa ver cómo se acumulan los escritos o tienen
uñas largas, debemos sacarlos del Poder Judicial, por el bien de todos, sobre
todo, por quienes se esfuerzan y mantienen honestamente a sus familias.
Entonces amigo lector, no crea que la huelga es
obra de vagos pedigüeños; hay servidores judiciales que trabajan duro y reclaman
un mejor salario que les permita dedicarse a trabajar sin angustias domésticas,
sabiendo que sus hijos tendrán las mismas oportunidades que otros. Sé que usted también labora duro y espera al
llegar a casa, rendido de laborar, dar a su familia lo que corresponde. Usted
es un hombre que busca justicia, así como los judiciales buscan una
remuneración justa. ¡No cerremos los ojos ante una huelga que pudo evitarse,
teniendo oídos abiertos!