Cuenta don Ricardo Palma, en una de sus tradiciones, que una vez don
Simón Bolívar en el Cuzco, quiso saber del desempeño de los funcionarios del
gobierno. Interrogando, siempre recibía informes contradictorios, para unos
tales eran buenos y para otros, los mismos, unos pillos; excepto un servidor
del cual todos hablaron bien. Bolívar
concluida su evaluación ordenó sólo la destitución del “buena gente” y sus
razones fueron que no se puede estar bien con Dios y con el diablo a la vez y
éste buena gente o es un memo a quien manejan todos a su antojo o un intrigante
contemporizador y, en ambos casos, no sirve.
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El Juez cuando sentencia o dirige el proceso, entre otras cualidades,
debe ser valiente, no sólo frente a las partes, sino sobre todo frente al poder
porque ello garantiza la independencia que la Constitución le otorga, no para
que duerma tranquilo o sea un dictador, sino para que la utilice a favor del
proceso y al servicio de los litigantes. Si bien el Juez no busca pelearse con
el poder, menos estará a su servicio; porque ello es la única garantía de que
el litigante sienta que sus derechos están a salvo. El Juez no es el tipo
belicoso que pelea con la gente o abogados, pero tampoco es sumiso; sabe que el
camino de la magistratura no es para ser popular y que en lugar de amigos
aumentan los enemigos, pero no por ello desvía su camino. Un ejemplo de valentía la dio García Rada, quien
no cambió su decisión ante la presión del dictador Odría. Este magistrado enseñó
que es inútil presionar a un valiente.
Entonces amigo lector, sé que un día seré juzgado; sino es en ésta, lo
será en la otra vida; pero si es en vida, deseo me juzgue un juez valiente, que
tenga como guía la Constitución, que respete normas, derechos y cumpla su deber, que no busque agradarme, ni
desagradarme, menos congraciarse con los poderosos, que no ceda ante la opinión
pública. Quiero un Juez que sepa que los
logros en la vida se consiguen con esfuerzo y valentía, no siendo un “buena gente”
ni con atenciones a los de arriba. Ese
día, condenado o no, tendré la impresión de que se hizo justicia, aun cuando el
resultado no me agrade. Lo bueno es que en Arequipa hay un buen número de
jueces valientes, a quienes va mi saludo en este mes.