Suele suceder que nos fijamos más en los defectos que en las virtudes
que tienen las personas, las instituciones y las cosas, tanto así que está en
moda el dicho: “piensa mal y acertarás”
y claro, como no todo siempre sale bien, se cree tener la razón; pero es un
error pues si alguien piensa mal, tendrá malos pensamientos y cómo atraemos lo
que nos proponemos, atraeremos cosas malas: Ley de la atracción, la llaman (R.
Byrne).
Por algunos actos de corrupción, que censuramos en todo momento,
obviamos la difícil labor que deben cumplir magistrados y servidores
jurisdiccionales. El trabajo en el Poder
Judicial es duro. Lo más urgente es
atender la carga procesal que no repara en cuantas personas trabajan, sino en
los plazos que la Ley establece para resolverla. Se critica la lentitud del Poder Judicial y
es cierto, los procesos demoran mucho, algunas veces por las leyes, las más por las
articulaciones procesales de abogados, y las menos porque los especialistas
legales no proveen a tiempo o porque los jueces toman demasiado tiempo para
decidir. Si su proceso demora, sea
diligente, visite el Juzgado y hágalo saber el Juez y al especialista, así como
lo hacen en el evangelio de Lucas 18.

Sabemos que la ciudadanía a la cual nos debemos, espera mucho de nuestra
labor, somos conscientes; pero el esfuerzo humano tiene límites. El nivel de estrés que se vive en el día a
día es alto. Este panorama lo debemos
enfrentar, en equipo, servidores jurisdiccionales y jueces, pues en la cadena
de valor, todos somos igualmente importantes: cada juzgado, cada sala, conforman
un equipo que funciona por el esfuerzo de todos y si alguien no suma, pues
habrá que retirarlo.
Entonces amigo lector, no solamente se fije en lo malo, pues amargará su
vida, sea proactivo proponiendo soluciones para los problemas que usted trae al
Poder Judicial. No porque una columna
tenga manchas, dejará de sostener el techo, si el juez o el especialista se
equivocan o no le dan la razón, no es que sean corruptos; simplemente son
humanos o es que usted no tiene la razón.
Sea un litigante honesto y si busca justicia y halla actos de corrupción,
no caiga en ellos denúncielos, y así formará parte de la solución y no será
parte del problema. No crea en su
abogado cuando le diga que hay que pagar para que su juicio se gane. Un juicio se gana simplemente con pruebas y
argumentos sólidos y frente a ello no hay corrupción que funcione. Si tiene la razón y el derecho de su lado,
reclámelo, no tiene porqué comprar nada, que la justicia no se compra, se exige
sin que ello signifique gritar, pues sus gritos harán que sus argumentos no se
escuchen.