lunes, 25 de noviembre de 2013

Una justicia necesaria

Enseñaron con sabiduría los romanos que “la mujer del César no solamente debe ser honesta, sino también parecerlo” y ello, además de ser verdad, es un consejo a tenerse siempre presente en los actos diarios. Si bien el qué dirán no es lo importante para tomar decisiones, jamás deben olvidar las autoridades, que la ciudadanía juzga su labor en esencia y apariencia. En el caso de la justicia, no es que los jueces trabajen para recibir la aprobación ciudadana o tener su adhesión, sino que sus actuaciones y sentencias deben ser apegadas al derecho y los hechos, es decir justas y, además, dejar la sensación que así lo son.

Existen casos en que las actuaciones del Poder Judicial, pese a estar arregladas a derecho, ante los ojos de terceros no lo están. Un ejemplo es la sentencia del llamado caso La Parada, que se caracterizó por no ser lo severa que se esperaba, pues de cien procesados, sólo dos quedaron presos y los demás, sueltos en plaza. Este fallo, que a primera vista deja una gran desazón, sentimiento de falta de firmeza y dudas sobre el actuar del Poder Judicial, resultó siendo un caso diferente al pensado, lo que se explicó de manera muy tardía.

En el verdadero caso La Parada, cuyo juzgamiento no ha concluido, las imágenes televisadas y las fotografías publicadas, nos han dejado en la retina una violencia inusitada y desmedida con que actuaron muchos desalmados, sin respeto a la autoridad, a la policía y a todo lo que se moviera o sea susceptible de saquearse; por ello se espera una sentencia justa, debidamente motivada, que establezca la responsabilidad y sanción a cada uno de los violentos de esa nefasta tarde, sin olvidar que no se condena a la gente en masa, sino por la participación individual de cada procesado; así como nos juzgarán en el Juicio final, uno por uno; por lo que la tarea de los fiscales y policías es por demás importante.

En este caso y otros esperamos un fallo firme, fruto de la razón, que se perciba como justo, pues de lo contrario la vorágine de violencia seguirá creciendo alimentada por el temor de quienes deciden. No olvidar que los fallos trascienden los expedientes y envían mensajes a la sociedad. Juzgar es tarea ardua en un país como el nuestro en el que los valores extravían su camino y si bien la voz del pueblo es la voz de Dios, los gritos de las masas no tienen nada que ver con ello, menos las bravuconerías de quienes se esconden en la multitud para liberar el vándalo que llevan dentro.

Como La Parada, existen muchos casos más, en los que la debida motivación del fallo permitirán saber si se trabajó bien o no: se necesitan jueces valientes con decisiones honestas. Ayuda mucho una sociedad reflexiva que no siga el chisme fácil y repita cosas sin meditar, sino que piense y saque conclusiones. Los ciudadanos pensantes eligen mejores autoridades y controlan que cumplan su deber.


Entonces, ante el peligro del vandalismo y violencia, necesitamos jueces firmes que sean y parezcan justos en su actuar, así como ciudadanos reflexivos y vigilantes; que de lo contrario el día menos pensado, en lugar de argumentos usaremos piedras y palos para imponer nuestras razones.

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