Descartes, afirmaba que “no hay
nada repartido de modo más equitativo que la razón: todo el mundo está convencido
de tener suficiente”, pero como ello es imposible, creo que nuestra
sociedad funcionaría mejor, si en lugar de haber recibido “tanta razón”, nos
hubieran repartido la capacidad de razonar de manera correcta a través de la
construcción de argumentos sólidos.
Un Estado Constitucional de Derecho, que es el que tratamos de construir
día a día, tiene como garantía constitucional el debido proceso a favor de
todos los justiciables. El debido
proceso comprende cuatro derechos fundamentales: el derecho de acción, el derecho
de defensa, el derecho a recibir una sentencia que resuelva el fondo de una
controversia y, el derecho a que las decisiones judiciales sean ejecutadas en
sus propios términos. Es inútil para un
justiciable seguir todo un proceso judicial si es que lo decidido no se puede
cumplir, porque la parte vencida decide resistirse por la vía de los hechos. Si una parte pretende incumplir una decisión
judicial, el Juez hará uso de los apremios que el sistema jurídico le otorga.
Muchos justiciables, que no aceptan haber perdido un proceso judicial,
se quejan por las facultades que tienen los jueces en ejecuciones de sentencia,
ignorando que dichos poderes otorgados por la Constitución y la Ley, no son para
hacer más importantes a los jueces, sino que existen para garantizar el pleno respeto
de los derechos de todos los ciudadanos; es decir, que ejecutar una sentencia
es un acto que beneficia a la colectividad, en tal sentido nadie puede
interponerse entre una sentencia que tenga la calidad de cosa juzgada y su
ejecución.
Quien no cumple una sentencia, muchas veces parte de la idea de que es
él quien tiene la razón y es injusto lo que pasa. Eso es un error. Al momento de sentenciar una causa, los
jueces razonan sobre las pruebas que presentaron las partes en un proceso. Asumamos que “A” considera que un Juez se
equivocó al resolver una causa en su perjuicio; entonces el propio sistema de
justicia le da la oportunidad de cuestionar dicho fallo, apela y resulta que 3 Jueces
Superiores le niegan nuevamente la razón a “A”; éste molesto decide interponer
un recurso de casación y 5 Jueces Supremos le niegan la razón por tercera vez.
“A” se siente furioso por lo sucedido y puede ser que su abogado le hable de la
injusticia del Poder Judicial, y termine creyendo ello; pero, una pregunta, si
son en total 9 magistrados que dijeron no a “A” y solo su abogado es quien le
da la razón, no sería razonable que “A”, antes de formular acusación alguna,
reflexione sobre si tiene la razón o si es que de manera adecuada se realizó su
defensa judicial. Suele ser más difícil que 9 se equivoquen y uno tenga la
razón, pero puede suceder; sin embargo lo que más raramente sucede es reconocer
que uno no tiene la razón. ¡Cuántas veces consideramos que lo malo que nos pasa
no es culpa nuestra, sino de terceros!
No es que los jueces seamos infalibles, pero se ejerce la función
motivando las decisiones y, está en la parte en ayudar a que su defensa
judicial sea mejor razonando, argumentando y ofreciendo los medios probatorios
que ayuden al juez a tomar mejores decisiones.
No es suficiente creer que uno tiene la razón.
Entonces amigo lector, si va conduciendo por una carretera y escucha en
la radio que un locutor desesperado advierte “tengan cuidado que por la carretera está yendo un auto en sentido
contrario” y usted observa que no es uno, sino que son muchos, no diga: “que va, no es uno son varios”; primero
mire a su entorno, reflexione, que lo posible es que sea Usted quien está en el
sentido equivocado. Las sentencias, que
tienen calidad de cosa juzgada, deben cumplirse aún cuando no gusten, pues es
la base de un Estado Constitucional de Derecho y cada vez que se ejecutan, es
en beneficio de toda la colectividad aunque algunos así no lo vean. No hagamos más difícil la convivencia social
con falsas rebeldías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario